sábado, 11 de julio de 2009

Un poco de historia (1) Y el hombre puso nombre a los animales...




El nombre de la localidad es de origen medieval, como ya ha quedado dicho, pero la historia transcurrió por sus tierras desde mucho antes. Nos encontramos a mitad de camino entre Ávila y Salamanca, territorio Vettón. Arqueológicamente el territorio vettón corresponde a la cultura denominada Cogotas II que se desarrolla a partir del siglo V a.C. como una evolución de la cultura preexistente, Cogotas I, a finales de la Edad del Bronce.










Los vettones no eran celtas, sino íberos; indígenas de la Península Ibérica emparentados con sus vecinos carpetanos, lusitanos, vacceos y arevacos. Ocuparon la parte occidental de la Meseta, en frontera con la Lusitania, desde el Guadiana al Duero. Sus ciudades y castros se fortifican hacia el 500 a.C. como consecuencia de la presión que ejercen en su territorio los pueblos celtas que llegan a la Península desplazados desde la zona del Rhin entre el 750 y el 500 a.C. El origen del nombre, según Manuel Salinas de Frías, en función de la belicosidad que atestiguan los autores clásicos sobre los vettones, se identifica vettones con el vocablo céltico uikta, lucha. La traducción de vettones sería la de hombres de la guerra, luchadores o guerreros.



Las esculturas vettonas, los verracos, son exclusivas de este pueblo, no tienen réplica entre ninguno de los pueblos celtas. Aparecen en las actuales provincias de Ávila, Segovia, Salamanca, Zamora, Cáceres y Toledo, y llegando hasta las comarcas portuguesas de Trás os Montes y Beira Alta. La cronología, génesis, evolución y finalidad de estas figuras zoomorfas es controvertida. Lo que está claro es que son producto de la importancia del cerdo y del ganado vacuno en su economía y forma de vida.







En Pascualcobo no se han encontrado verracos u otro tipo de esculturas o vestigios vettones, al menos que se sepa y de momento, porque de cuando en cuando aparecen. Parece mentira que esculturas de semejante tamaño puedan aparecer, pero así es la cosa. Al retirar una gran piedra de una tierra la giras y zas, ahí estaba el cerdo o el toro, boca abajo y en medio del campo, o formando parte de las paredes que separan tierras y prados, camufladas entre pedreras y siendo uno con lo que les rodea. También ocurre que se descubre el pedazo de historia y acaba en el mercado o en el patio de alguna casa. Por eso no es de extrañar que los verracos se quieran meter bajo tierra y que se mimeticen. Y es que se pueden contar los que siguen donde fueron encontrados.





Muy cerca de nuestro pueblo se han encontrado varios, y algunos famosos. En Villatoro hay tres, es posible que el nombre de la localidad venga de ellos. El verraco de mayor tamaño de cuantos existen, fue hallado, junto a otro más pequeño, en Villanueva del Campillo, a una docena de kilómetros. El segundo en tamaño, se encuentra en la Diputación de Ávila, en el Torreón de los Guzmanes, y es el hallado en San Miguel de Serrezuela, a poco mas de dos kilómetros de nuestro pueblo. Para mi gusto, este último, es el más hermoso de cuantos verracos he visto. Se descubrió hace más de 50 años y conoció mundo antes de acabar en el Torreón. También en San Miguel fue hallada "la bicha", una de las pocas esculturas vettonas que no es toro ni cerdo. Actualmente se encuentra en la iglesia-almacen visitable de Santo Tomé en Ávila.





Y seguro que el devenir del tiempo nos deparará más hallazgos pues toda esta zona fue muy transitada por este pueblo. Para todos los aficionados a la historia y a la arqueología, recomiendo que lean los trabajos del arqueólogo e historiador D. Arsenio Gutiérrez Palacios, que fue el gran revelador de la historia oculta en los campos de la Sierra de Ávila. A él le debemos los castros de El Chorrillo, Alto Quemado, La Peña del Bardal o El Castillo en Diego Alvaro; La Romarina en San Miguel; Valdesanmartín en El Tiemblo; Cabezas del Villar; Las Cogotas y Cardeñosa (junto a Juan Cabré Aguiló); Ulaca...

Los vettones no fueron un pueblo menor, dentro del conjunto de pueblos celtíberos, en el devenir de la Historia de la Península Ibérica. Como ya he dicho, eran esencialmente guerreros y pastores, como guerreros prácticamente participaron en todas las guerras de su tiempo y órbita, lo hicieron junto a sus vecinos y contra ellos, con y contra todos los pueblos invasores. En su actividad principal, el pastoreo, controlaban las rampas de los ricos pastos al norte y sur del Sistema Central, algo que, más tarde, sería clave en la Reconquista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario